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No solo la dieta, el ejercicio, las relaciones humanas y el sueño contribuyen a una vida longeva y libre de enfermedades. Cuanto más se indaga, ... más crece esa lista. Una nueva investigación ha confirmado una clave de la que se viene sospechando desde hace décadas. Las personas con una mayor riqueza lingüística, con más facilidad de palabra, tienen más posibilidades de vivir muchos años libres de enfermedad. Las tareas para envejecer con salud se acumulan para los mortales.
Un estudio de la Universidad de Ginebra ha puesto de manifiesto el potentísimo poder antienvejecimiento que tiene la facilidad de palabra. No es éste el primer estudio, ni mucho menos, que relaciona una larga supervivencia humana con el vocabulario de cada uno, pero sí uno de los primeros que determina el potencial que la capacidad de expresarse con facilidad y gracia –no la charlatanería, que es diferente– tiene sobre la salud física y mental.
A la psicóloga Pilar Pérez Esteve no le sorprende. Desde hace años se sabe, según cuenta, que el uso de un lenguaje rico y positivo –es decir, que sea comprensivo y ayude a ver el lado bueno de las cosas y de las personas– permite una vida más larga y saludable. Lo demostró, según recuerda, el epidemiólogo y neurólogo estadounidense David Snowdon, quien realizó un estudio con monjas, fundamentalmente de la congregación de Notre Dame, en Misuri. El grupo pudo ser seguido durante décadas a través de la documentación que todas ellas habían escrito desde que eran novicias.
Aquel trabajo –recogido en un libro que fue un éxito de ventas, '678 monjas y un científico'– reveló que las que gozaban de un mayor nivel educativo y habían sido más activas, física y mentalmente disfrutaron de una vejez más larga e independiente. «Cada vez hay más evidencia de que existe una clara relación entre el uso de palabras positivas, el envejecimiento saludable y la densidad del pensamiento, que es el número de palabras que utilizas para expresar ideas o pensamientos», afirma Pérez Esteve.
De todo eso va la nueva investigación, que lleva la firma del también psicólogo Paolo Ghisletta, de la Universidad de Ginebra. El científico dirigió a un grupo internacional de 516 personas entre 70 y 105 años y las siguió durante dos décadas, desde poco antes de la caída del Muro de Berlín, en 1989, hasta 2009 –todos han fallecido ya–. En ese tiempo se midieron factores como la salud dental, los niveles de estrés, su bienestar económico y el estado de su cognición.
Todos ellos fueron sometidos a nueve pruebas diferentes que permiten medir el alcance de cuatro habilidades cognitivas. Además de la fluidez verbal, se analizó la velocidad perceptiva, que mide el tiempo que necesita una persona para reconocer un objeto o una persona. También se tuvo en cuenta el conocimiento verbal (el vocabulario adquirido tanto mediante la lectura como en la conversación) y lo que se llama memoria episódica, que es la capacidad de recordar con detalle experiencias personales.
El equipo incorporó al análisis de datos información sobre cómo evolucionó el rendimiento intelectual y físico de los participantes y estimaron mediante fórmulas matemáticas su riesgo a morir a lo largo del tiempo. Con posterioridad, desarrolló un modelo de cálculo que relaciona los cambios observados con el riesgo de muerte.
El trabajo, muy complejo, requirió la colaboración de expertos de diferentes universidades europeas con el fin de determinar un modelo de supervivencia potente desde el punto de vista científico. «Hoy en día es mucho más fácil realizar este tipo de investigaciones porque hay más personas dispuestas a colaborar, mejores herramientas y más facilidad para acceder a los datos», explicó el investigador principal.
Al aplicar todas estas nuevas herramientas, nunca utilizadas hasta la fecha para una investigación de este tipo, descubrieron que la fluidez verbal, por sí sola, parece estar «significativamente relacionada con la longevidad». ¿Por qué ocurre así? No se sabe, ése es un aspecto que sigue sin explicarse.
El grupo de Ghisletta tiene la teoría de que tradicionalmente se han venido diferenciando los procesos emocionales y físicos, como si el cuerpo humano contara con dos sistemas, dos maquinarias diferenciadas, cuando no es así. Los procesos mentales, emocionales y cognitivos siguen, a su entender, las mismas o similares rutas metabólicas. «Todos estos dominios decaen al mismo tiempo. Las personas que pierden la cognición, la personalidad y las emociones ven que su deterioro biológico también avanza» a igual o parecida velocidad.
Ocurra como ocurra, lo que sí parece cierto, según cuentan, es que la capacidad de hablar con fluidez parece estar directamente relacionada con la protección neurológica. Con el paso de los años, la evidencia científica se va acumulando. Por eso, el consejo científico pasa por ejercitar la memoria a largo plazo, el vocabulario y la memoria visual, a través de la lectura y la conversación real. Se entiende entre personas y sin que medie máquina alguna, como ordenadores, tablets o teléfonos inteligentes. La cuestión es ganar fluidez.
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